Un hogar en Santiago

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Dank einer Einwohnerzahl, die fast ein Drittel des gesamten Landes ausmacht, nämlich knapp fünf Millionen, ist Santiago, mit seinem pulsierenden Zentrum, modernen Glastürmen, den stimmungsvollen Stadtvierteln und den ausgedehnten Parkanlagen, die Metropole Chiles.
Ich hatte das Glück, diese Stadt und ihr Umland mit einer befreundeten Familie erkunden zu dürfen, mit Cecilia, Paulina und Ricardo, die mich in den vergangenen anderthalb Wochen beherbergt haben. Für mich war das, nach diesen Monaten ständigen Unterwegs-Seins, ein wirkliches Zuhause, eine Zeit tiefer Erholung und -trotz meines beim Spazieren empfindlich verstauchten Fußes- eine Zeit der Regeneration. Der Austausch mit dieser weltgewandten Familie, über chilenische Kultur und Kochkunst, über Literatur und Musik, über Erinnerungen und Erfahrungen hat mir viel bedeutet.
Paulina war bereit, die gemeinsame Zeit in einem Gastbeitrag zu verdichten:

Alguien dijó una vez: ‚viajar es mejor que llegar‘ y yo exclamé ‚¿qué?‘, porque yo pensaba que solo había un camino para llegar donde quieres ir en la vida. Sin embargo, escoger un camino no significa tener que abandonar todos los demás y así he comprendido también que en realidad es lo que pasa por esos caminos lo que realmente cuenta: los tropiezos, las caídas, los paisajes, las personas, las amistades, el amor, la vida misma… Es el viaje y no el destino lo que dejan la huella en el corazón. Por eso, pienso que hay que aprender del pasado, vivir el presente y confiar en el futuro, para que todo resulte como debe ser… pues el mundo es de quien quiera encontrarlo.

Recuerdo cuando escuché decir a mi padre que „un alemán“, conocido de uno de sus amigos en Alemania, estaba recorriendo Latinoamérica en bicicleta y que llegaría a visitarnos.
„¿Recorriendo Latinoamérica en bicicleta?“ ¡Imposible! Sin duda pensé que mi padre se había equivocado…¡Pero NO! Cuando llegué a casa ese día efectivamente había una bicicleta apoyada en una de las paredes del comedor y al lado de ella un alemán sonriendo.
¡Increíble! Simon Kuttruf había recorrido en 8 meses, 6 países y 8.000 kilómetros en la bicicleta que estaba frente a mis ojos y aún le quedaban 3.000 kilómetros de viaje, pues el proyecto en Sudamérica era llegar a Ushuaia, el fin del mundo… y bueno, continuar por algunos países de Europa hasta volver a su patria… ¿La razón? Vivir su sueño. ¿El objetivo? Vivir el camino.
Desde su llegada a Santiago y tras escuchar sus innumerables experiencias e historias, no dejo de admirar y sorprenderme por el valor que existe en aquellos que se atreven a dejar toda la estabilidad y seguridad social que su hogar puede ofrecerles, y deciden ir en busca de sus sueños para vivirlos de verdad.
Así como un hombre que sale de su pueblo a descubrir el mundo y nunca regresa siendo el mismo hombre que un día decidió partir, pienso que un viaje como éste, rebosante de nuevas experiencia, nuevos paisajes, nuevas personas, nuevas formas de pensar y de momentos inolvidables, definitivamente han dejado una huella imborrable en los caminos… no solo de Simon, sino de todos aquellos que conocieron su viaje y fueron parte de esta hermosa experiencia de vida.